UNA de las características más acusadas de la progresía española es conjugar su antinorteamericanismo visceral con pirrarse por lo más típico norteamericano, Bogard, la novela negra, el clarinete de Woody Allen, el jazz, los tejanos, las escapadas a Nueva York, etc., etc. Zapatero recibió la llamada de felicitación de Bush como una jovencita la foto firmada de George Clooney, y se puso a soñar con la cita que tenían en Budapest, para «charlar de aspectos que afectan a los intereses compartidos», tal vez cogidos de la mano. El «Hola, hola. Felicidades» del inicio le permitió seguir soñando hasta ver que no había más y volvió a casa mustio, antes incluso de que acabara la conferencia.
Pero ¿qué se creía, que podía engañar a sus colegas extranjeros como a los españoles? Sus colegas extranjeros saben perfectamente lo que es y lo que vale. Sus embajadores en Madrid les tienen informados de que es un hombre poco de fiar. No porque mienta, la mentira está permitida en la escena internacional, sino porque su corazón está más con los antioccidentales que con Occidente, con Castro, Chávez y Evo Morales que con Sarkozy, Brown y la Merkel. Cuando uno habla con los diplomáticos españoles, le confían apesadumbrados el bajón que ha sufrido nuestro país en el exterior. No se cuenta con nosotros para nada y esa foto de Zapatero en Bucarest, solo en la mesa, con el resto de animada cháchara, habla más que mil palabras. Él, que quiso aislar al PP, se encuentra aislado internacionalmente.
Su gran error no es haber descuidado la política internacional. Es no haberla tenido. Mejor dicho, haberla convertido en criada de la interior. Cuando en los países serios, constituyen dos compartimentos distintos. La política interior se rige por el forcejeo entre las distintas ideologías en liza. Mientras en política exterior no hay ideologías, hay intereses. Los intereses del país, que se anteponen a todo lo demás. Mientras Zapatero ha subordinado esos intereses a la ideología, de ahí las extrañas alianzas que forja y la desconfianza que genera entre sus aliados naturales, los miembros de las organizaciones a que España pertenece. Algo que, como comprenderán, no le favorece a él ni a ella. Ni siquiera con los socialistas europeos, los alemanes, antiguos padrinos de los socialistas españoles, los italianos, los ingleses, mantiene relaciones que pudiéramos calificar de estrechas y cordiales.
Aunque uno se pone a pensar y no lo encuentra raro, lo encuentra incluso lógico: no es que Zapatero no tenga política exterior, es que tampoco tiene política interior, nacional. Tiene sólo una política partidista, diría incluso personal, ya que ni siquiera es socialista, como demuestra el haber dejado caer el principio de solidaridad entre los hombres y las tierras de España. En una palabra, su política es sólo zapateril, como la de Castro es castrista, y la Chávez, chavista. Y con tan flaco equipaje, poco puede hacerse en los foros internacionales.
Pero ¿qué se creía, que podía engañar a sus colegas extranjeros como a los españoles? Sus colegas extranjeros saben perfectamente lo que es y lo que vale. Sus embajadores en Madrid les tienen informados de que es un hombre poco de fiar. No porque mienta, la mentira está permitida en la escena internacional, sino porque su corazón está más con los antioccidentales que con Occidente, con Castro, Chávez y Evo Morales que con Sarkozy, Brown y la Merkel. Cuando uno habla con los diplomáticos españoles, le confían apesadumbrados el bajón que ha sufrido nuestro país en el exterior. No se cuenta con nosotros para nada y esa foto de Zapatero en Bucarest, solo en la mesa, con el resto de animada cháchara, habla más que mil palabras. Él, que quiso aislar al PP, se encuentra aislado internacionalmente.
Su gran error no es haber descuidado la política internacional. Es no haberla tenido. Mejor dicho, haberla convertido en criada de la interior. Cuando en los países serios, constituyen dos compartimentos distintos. La política interior se rige por el forcejeo entre las distintas ideologías en liza. Mientras en política exterior no hay ideologías, hay intereses. Los intereses del país, que se anteponen a todo lo demás. Mientras Zapatero ha subordinado esos intereses a la ideología, de ahí las extrañas alianzas que forja y la desconfianza que genera entre sus aliados naturales, los miembros de las organizaciones a que España pertenece. Algo que, como comprenderán, no le favorece a él ni a ella. Ni siquiera con los socialistas europeos, los alemanes, antiguos padrinos de los socialistas españoles, los italianos, los ingleses, mantiene relaciones que pudiéramos calificar de estrechas y cordiales.
Aunque uno se pone a pensar y no lo encuentra raro, lo encuentra incluso lógico: no es que Zapatero no tenga política exterior, es que tampoco tiene política interior, nacional. Tiene sólo una política partidista, diría incluso personal, ya que ni siquiera es socialista, como demuestra el haber dejado caer el principio de solidaridad entre los hombres y las tierras de España. En una palabra, su política es sólo zapateril, como la de Castro es castrista, y la Chávez, chavista. Y con tan flaco equipaje, poco puede hacerse en los foros internacionales.